Engativá, Bogotá. En un ambiente cargado de entusiasmo, propósito y amistad, se llevó a cabo en Bogotá el primer ciclo de talleres de voluntariado organizado por la Fraternidad Internacional de Jóvenes (IYF), como parte del proceso de preparación hacia el Campamento Mundial IYF 2026, que se celebrará en Colombia.
Jóvenes provenientes de diversas regiones del país se dieron cita en esta jornada formativa con un objetivo común: formarse como voluntarios con mentalidad de servicio, capaces de generar impacto desde lo cotidiano. Lejos de ser un simple curso, los talleres se convirtieron en espacios de transformación personal, donde el aprendizaje técnico se entrelazó con el crecimiento interior.
Durante varias semanas, en medio del bullicio habitual de la ciudad, un rincón de Engativá se transformó en un punto de encuentro donde las risas, los debates y las reflexiones tejieron una comunidad con visión global. Allí, los participantes respondieron al llamado de un sueño compartido: cambiar el mundo comenzando por sí mismos.
Las sesiones ofrecieron una introducción a los valores y principios de IYF —cambio, unión y desafío—, también exploraron áreas tan variadas como fotografía, redes sociales, publicidad, maquillaje coreano, idiomas, logística, administración, seguridad, liderazgo y trabajo comunitario.
Cada actividad orientó a los participantes hacia sus fortalezas personales y su vocación de servicio. A través de dinámicas lúdicas y reflexivas, aprendieron a comunicarse, colaborar y redescubrir el valor de lo simple.
La programación combinó creatividad, introspección y trabajo en equipo. Entre las actividades más destacadas se incluyeron:
“Durante cada sesión entendí la importancia de cada área. Desde seguridad hasta fotografía, aprendí cosas que no creía posibles. Estoy agradecido con IYF”.
“Vine por una cena coreana y, desde ese momento, me encantó el ambiente. Nunca me sentí presionada. Aquí aprendí a dar sin esperar nada, y ahora sueño con ser voluntaria en el exterior, ojalá en Italia”.
“Uno se siente bien, conoce más gente, aprende cosas nuevas. Vimos temas como oficina, publicidad, comunicación, y hasta el detrás de escena de la Cantata. Ha sido una experiencia muy valiosa”.
Lo que comenzó como una formación técnica se convirtió en un espacio de liderazgo y crecimiento. Jóvenes que al inicio guardaban silencio comenzaron a liderar dinámicas, coordinar equipos y proponer ideas. Todo gracias a una metodología que fomenta la confianza, el ejemplo y la colaboración.
El trabajo emocional y mental también fue protagonista. Se abordaron temas como la gestión de emociones, la resiliencia y el trabajo en equipo. Una participante compartió:
“Uno normaliza ciertas emociones hasta que se da cuenta de que también necesita apoyo para crecer. Aquí entendí que no estoy sola, y que con guía uno puede llegar lejos”.
La multiculturalidad fue otro eje del taller. A través de juegos, presentaciones y clases inspiradas en Corea del Sur —país de origen de IYF—, los jóvenes ampliaron su visión del mundo, entendiendo que el voluntariado nace en lo local, pero está llamado a cruzar océanos.
Este proceso no solo preparó a los jóvenes para un evento internacional, sino que también les permitió sentirse útiles y apreciados en comunidad, encontrar su propósito y su lugar en el mundo.
Muchos sueñan con ser voluntarios en el extranjero, pero también comprendieron que el mayor acto de transformación comienza cerca: en uno mismo, en la familia, los amigos, el colegio, la universidad y la comunidad.
Así, sábado tras sábado, lo que comenzó como un taller terminó siendo un viaje de autodescubrimiento para los participantes y los maestros. Y con la mirada puesta en 2026, estos jóvenes no solo se están preparando para servir, sino para escribir una nueva historia con pasión, entrega y una mentalidad renovada.